dimarts, 23 d’abril del 2013

3º ESO Concurso literario de Sant Jordi


LA CHICA PÉRDIDA
Un día, una chica estaba en medio del bosque, ésta  a los 16 años salió de su pueblo, creyéndose el centro del mundo. En medio del bosque escuchó un ruido muy extraño como si miles de coches estuvieran corriendo. La chica,  que se llamaba Rosinda, estaba aturdida, pero aun así caminó hasta donde vio de donde provenía el ruido, ese ruido provenía de una carrera que estaba a punto de terminar. Al ver a toda esa gente observándola sintió un poco de miedo.
Después de un rato, Rosinda se encontraba a las afueras de la pista en una Ciudad llamada Saratoga Springs, allí había un montón de cases destartaladas. Ella se encaminó hacia el hipódromo, allí vio a una chica de pelo negro, ojos oscuros que iba vestida toda de negro. Rosinda intentó ir a hacia ella pero se detuvo al verle la cara y observar que la llevaba llena de maquillaje oscuro. Y se puso a su lado y quería hablarle pero sintió  que no poder hablarle porque en su interior sentía una vocecita que le decía que no debería hacerlo.
Al cabo de un rato, Rosinda volvió a su casa y sus padres le preguntaron qué de donde había estado y qué había hecho pero ella no respondía. Sus padres al ver que su hija no respondía se callaron y se fueron a la cocina a preparar la cena.
Rosinda cogió su ordenador y se puso en el buscador y escribió “Saratoga Springs”. No encontró ningún resultado pero no paró de buscar. Al cabo de un rato, cerró el ordenador, y se fue a la cocina a buscar algo para picar pero al ver a sus padres retrocedió y se quedó en su habitación.
Rosinda, ya no se acordaba de lo que pasó ese día, ya que era normal porque habían pasado 5 años. Ya no se acordaba ni de la chica ni de cómo había llegado a ese bosque. A ese bosque llegó porqué su novio Robert murió al chocar contra un coche y el coche fue a parar a ese bosque pero  todo esto ella lo sabría algún día  gracias a los sueños que le transmitía Robert.

 Andrea Herrera



A los 16 años salió de su pueblo creyéndose el centro del mundo.

Guerra espacial
Soy el capitán de las fuerzas especiales españolas y esta es la historia que me hizo triunfar.
Yo vivía en un pueblo pequeño cerca de Barcelona. Cuando salí de mi pueblo a los 16 años creía que era el centro del mundo. Era el mejor tirador del pueblo y en el ejército eso era necesario. Cuando llegué no era el mejor y  mi ego desapareció.
 Pasé unos 10 años hasta entrar en combate pero había preferido no entrar.
 Un día, un meteorito cayó cerca de la base. Me enviaron a sellar el perímetro. Cuando llegamos nos  encontramos  una nave con dos hombres que llevaban   unos trajes muy raros delante nuestro. Nos acercamos y uno de ellos se giró. Llevaba un puño de metal bastante más grande de lo normal. Él nos miró y después dijo:- guardia imperial, me alegro de veros. ¡Necesitamos hablar con vuestro líder  de inmediato!
Yo no daba crédito a lo que estaba Viendo. Mi comandante se avanzó y respondió -¿Quién eres tú?- el hombre le miró y dijo: -Soy Pedro Cantor, señor, del capítulo de los puños carmesí y exijo que me llevéis ante Vuestros líderes.
 El general lo llevó al campamento donde llamaron un avión para llevar a los extraterrestres ante la ONU. Me encargaron vigilar a los  invitados. El visitante subió al estrado –estimados señores de la ONU,  les informo que un enemigo de todo el universo pretende atacarles- Los representantes empezaron a hablar entre ellos –y por eso hemos venido para protegeros -y porque tendríamos que creerte- .
Un impacto retronó por  todo el edificio. El cogió un revolver que llevaba en su cinturón y marchó hacia la puerta.  Llamó a dos de sus hombres que le siguieron. Yo le seguí y el salió por la puerta del edificio.  En el otro lado de la calle había un hombre con la cara deformada y una garra parecida a la de Freddy krueger.  Miró hacia la puerta –Pedro cantor de los Puños carmesí, ¿ A qué debo esta agradable visita?- Él no respondió –. No respondas, no me importa porque serás destruido-  Entonces él levantó la mano  y aparecieron dos naves que desplegaron 20 guerreros armados con metralletas.  Los enemigos llevaban los mismos trajes que los otros pero tintados de negro y  con cuernos en el casco. También iban adornados con cráneos y cabezas humanas. Ellos cogieron y empezaron a disparar. Yo salté dentro del edificio. Él llamó a sus hombres y se puso a cubierto. Salí un momento y disparé  a los enemigos. Las balas impactaron contra su armaduras sin hacerles daño. Pedro cantor se acercó a mí: –Coge esto- dijo mientras me pasaba una de sus armas –¿Quiénes son esos tipos?- Pregunté –Son Marines del caos, guerreros que destruyen planetas enteros para ofrécelos a sus dioses- Entonces me levante y disparé con su arma a uno de los marines que cayó al suelo fulminado. Yo mire a mi compañero –¿Qué clase de arma es esta?- Él disparó y mató un par de enemigos –un bolter es una arma preparada para matar. Pedro cantor se levantó y corrió hacia los marines del caos y a puñetazos empezó a matarlos. Ellos sacaron espadas y le atacaron.  Él los mató a todos,  el último sonrió.  Un robot de dos metros cayó y lanzó  unos misiles que impactaron contra la puerta derrumbándola encima de los soldados de Pedro cantor.  Él no miro atrás,  levantó el puño hacia el hombre –Huron blak hert- por los crímenes cometidos quedas condenado a muerte. Yo me acerqué a él Huron rio. Yo miré a Pedro cantor – ¿Qué es ese robot?- Él me miró –un dregnaut, un robot que utilizamos para que puedas luchar incluso cuando estas invalido. El robot nos atacó con unas garrar que tenía en la punta de los brazos. Los dos nos apartamos. Él me pasó un martillo para derrumbar paredes y atacamos al robot. Este nos esquivó y cogió a Pedro Cantor. Él  le dio un puñetazo al brazo y se lo rompió. Entonces  yo salté y  clave el martillo en  la cabina del conductor. El robot se estremeció y explotó.  Huron apretó los dientes después silbó y una nave lo recogió. Él entró y volvió a la sala – ¿Han visto el combate? pues  esto solo era una previa de lo que viene-
Unos años más tarde llegó el ejército pero esto ya es otra historia.

Redacción de Sant Jordi
Roger Donadeu 


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